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BREGUET, INVENTOR DEL TOURBILLON

BREGUET, INVENTOR DEL TOURBILLON


2021 – EL AÑO DEL TOURBILLON

El año 2021 marcó el 220.º aniversario de una de las complicaciones más admiradas en la historia de la Alta Relojería: el Tourbillon. Este mecanismo de complejidad inigualable es el resultado de una auténtica hazaña humana que aún hoy continúa consolidando la reputación de su creador, Abraham-Louis Breguet, y de su Maison.

Las invenciones técnicas, como expresión de su tiempo, rara vez conservan su vigencia siglo tras siglo. La mayoría son reemplazadas por nuevas y terminan por desvanecerse en el olvido. Pero el tourbillon es una de esas raras excepciones.

Desarrollado hace 220 años por Abraham-Louis Breguet (1747–1823), el tourbillon sigue siendo hoy un pilar esencial de la Alta Relojería. Aunque patentado en 1801 solo por 10 años, su legado trascendió, inspirando a otros relojeros —como Bahne Bonniksen, quien desarrolló el carrusel— y consolidando a Breguet como su legítimo guardián. En 2021, la Maison celebró esta invención con eventos especiales y conmemoró el Tourbillon Day, el 26 de junio, fecha correspondiente al 7 de Messidor del año IX según el calendario revolucionario francés.

LOS ORÍGENES DEL TOURBILLON

Un hombre visionario

Nacido en Neuchâtel (Suiza), Abraham-Louis Breguet inició su aprendizaje como relojero a temprana edad y se trasladó a Francia a los 15 años para continuar sus estudios en Versalles y París. Su formación académica en el Colegio Mazarin le otorgó sólidos conocimientos en matemáticas y física, lo que lo convirtió en un verdadero ingeniero avant la lettre.

En 1775 estableció su taller en la Île de la Cité, y con el tiempo se ganó el favor de la realeza con su reloj Perpétuelle (automático), fascinando al rey Luis XVI y a María Antonieta. Sus numerosas innovaciones técnicas y su estilo depurado hicieron de él un referente internacional.

Una búsqueda de precisión

Durante su exilio entre 1793 y 1795 a causa de la Revolución Francesa, Breguet se refugió en Suiza, donde convivió con destacados relojeros del Jura. Al regresar a París, sus observaciones y nuevos conocimientos revitalizaron su carrera. En ese periodo surgieron piezas como el reloj táctil, el reloj Sympathique, el reloj de suscripción y el regulador tourbillon.

Desafiando la física

Breguet entendió que factores físicos —como la gravedad, expansión térmica o viscosidad de los aceites— afectaban la precisión. No pudiendo alterar la gravedad, decidió domarla: su solución fue agrupar el órgano regulador (espiral, escape y volante) en una jaula móvil que giraba sobre sí misma. Esta rotación neutralizaba los efectos de posición, mejorando la regularidad del ritmo.

El significado de una palabra

El término tourbillon se refería originalmente al movimiento de los cuerpos celestes, no a una “rotación violenta” como se interpreta hoy. Hombre de la Ilustración, Breguet eligió ese nombre evocando un microcosmos mecánico, reflejo de los relojeros-filósofos del siglo XVIII.

La carta al ministro

Para obtener la patente en 1801, Breguet presentó una carta al Ministro del Interior, acompañada de una plancha en acuarela. En ella, explicaba que su invención permitía compensar las anomalías causadas por la gravedad y el desgaste irregular, asegurando así una lubricación constante y mayor precisión.

UN CAMINO LARGO Y COMPLEJO

Desde la concepción del tourbillon (entre 1793 y 1795) hasta su patente en 1801, pasaron casi ocho años, y aún se necesitaron seis más para que la producción se estabilizara. Entre 1796 y 1829, Breguet fabricó 40 tourbillons, además de otras nueve piezas inacabadas o perdidas.

Clientes célebres y aplicaciones reales

Entre sus propietarios figuraron monarcas como Jorge III y Jorge IV de Inglaterra, Fernando VII de España, y aristócratas de Rusia, Polonia, Italia, Hungría y Portugal. Se sabe hoy que una cuarta parte de estos relojes fue usada con fines náuticos, para navegación y cálculo de la longitud. Algunos viajaron por los océanos durante medio siglo.

Un éxito más científico que comercial

A pesar de su perfección técnica y belleza estética, el tourbillon no fue rentable para Breguet. Su producción era lenta (cada uno tomaba entre 5 y 10 años) y requería una destreza excepcional. No obstante, su valor residía en la incansable búsqueda de precisión que caracterizó toda la obra de Breguet.

UN LEGADO ADMIRADO E INSPIRADOR

Hoy se conservan cerca de 30 de los 40 tourbillons originales. Doce están en museos, como el Musée Breguet, el Museo Británico, y colecciones de Italia, Jerusalén y Nueva York. Quince permanecen en manos privadas.

Un renacimiento inesperado

Aunque diseñado para relojes de bolsillo, el tourbillon resurgió en los años 80 en los relojes de pulsera, donde la gravedad tiene un efecto mucho menor. Desde entonces, su éxito ha sido imparable. Hoy, su valor no reside solo en la precisión, sino en su belleza, su historia y el testimonio de un ingenio que, más de dos siglos después, sigue girando con fuerza.

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