Desde principios del siglo XX, Louis Cartier descubre el arte islámico: un encuentro, una colisión estética. Ávido coleccionista, apasionado por el arte y curioso por las culturas extranjeras, percibe el poder de estos motivos estilizados y abstractos. En 1911, su hermano Jacques visita el Golfo, estableciendo los primeros contactos y sentando hitos que se convertirían en uno de los pilares del estilo Cartier.