La francesa que todas las ‘fashionistas’ quieren imitar es tanto más que una modelo famosa. En su juventud, Caroline de Maigret logró rebelarse de su familia aristocrática y hoy es productora musical, madre, escritora, embajadora de ONGs y favorita de Karl Lagerfeld.
Por Cintya Ramírez Fuentes | Imágenes, gentileza de Chanel
En un mundo donde tantas personas buscan ser alguien más, caminar libre y con su estilo propio –ya sea en la calle o en un evento de alta costura– es uno de los grandes logros de la modelo y productora musical Caroline de Maigret.
Su primera transición hacia esa independencia que la caracteriza, la vivió en la juventud, cuando decidió alejarse del destino que tenía trazado. Y es que nació en 1975 en la cuna de una familia aristocrática francesa que puede rastrear su origen varios siglos hacia atrás. Es hija de un ex diputado y empresario, el conde Bertrand de Maigret, y nieta del príncipe Michel Poniatowski, quien fue ministro de Interior y de Salud en Francia.
Educada entre políticos e intelectuales, De Maigret creció con la intención de ser artista. “Mis padres no querían que estudiara Arte, sino una carrera como Economía”, comentó en una entrevista a Vanity Fair. “Un día paseando por la calle me propusieron ser modelo y descubrí que podía ser económicamente independiente y así hacer lo que a mí me gustaba. Fue una forma de desvincularme de mi familia. Cuando les dije lo que hacía contestaron: ‘¡Estudia lo que quieras, pero no seas modelo!’. Ya era demasiado tarde porque había conocido la libertad”.
Fue por ese tiempo, a los 18 años, que abandonó sus estudios de Literatura Moderna en La Sorbonne para irse sola a trabajar a New York… Sus padres no le hablaron por todo un año.
Corría la década de los noventa y De Maigret era habitual en las pasarelas de casas de moda de la talla de Alexander McQueen, Balenciaga, Louis Vuitton y Marc Jacobs. Su primer contacto con Chanel fue en 1998, cuando su director creativo Karl Lagerfeld la invitó a participar en un desfile de primera verano en la Ópera de la Bastilla en París.
Tuvo por años una carrera exitosa, pero no estaba conforme. El año 2002 decidió alejarse del mundo de la moda para dedicarse a su pasión: la música. Junto a su pareja, el músico Yarol Poupaud, comenzó a producir bandas francesas y en 2006 fundaron Bonus Tracks Records, un sello discográfico que hoy se especializa en blues, indie y rock.
Ese mismo año tuvieron a su único hijo: Anton (bautizado así en honor al intelectual ruso Antón Chéjov). Y en una entrevista dijo a Vogue que criar y educar a su hijo ha sido el mayor desafío de su vida. “He decidido no entrar en lo que la sociedad estipula que se debe hacer o no. Eso no va conmigo. Hago lo que considero y tengo confianza en mí misma”.
Además de su trabajo y su familia, está muy comprometida con la causa de mejorar los derechos de las mujeres en el mundo. Por eso apoya las labores humanitarias de Naciones Unidas y de la ONG Care, para quienes incluso hizo un documental.